La economía global se desacelera, los precios de los commodities caen, y el FMI vuelve a presionar.
El gobierno de Javier Milei, lejos de proteger al pueblo, devaluó un 30% el peso argentino, encareciendo de inmediato los alimentos, el combustible y los medicamentos.
Mientras tanto, el acuerdo con Estados Unidos se congeló: no llegan nuevos fondos, y las líneas de crédito para infraestructura y desarrollo fueron canceladas.
¿La respuesta del gobierno? Pedir que esa plata se use para sostener el dólar.
Pero eso no es todo.
Esta semana, el gobierno anunció aumentos en las retenciones al campo, lo que podría desatar un nuevo conflicto rural, afectar la producción interna y encarecer aún más la canasta básica.
El ajuste ya no es un fantasma:
Es una realidad que se ve en los supermercados vacíos, en las obras públicas paralizadas y en los salarios pulverizados por la inflación.
Argentina necesita políticas para crecer, no más motosierra.
